miércoles, 17 de septiembre de 2014

Qué hacer cuando alguien te hace daño

El agravio: tarde o temprano a todos nos sucede. Nos hieren, nos engañan, nos mienten o nos maltratan. Es tan predecible como doloroso. Sin embargo, cuando sucede, la mayoría no estamos preparados. En nuestra indignación, clamamos a Dios contra la persona que nos ha hecho mal. Pedimos justicia, y hasta venganza, y terminamos haciendo que las cosas sean más difíciles para todos los involucrados, hasta para nosotros.

Si eso le ha ocurrido, es hora de que descubra cómo puede poner el poder de Dios a obrar a su favor la próxima vez que alguien le haga un mal.

Primero: identifique al enemigo. Es aquí donde la mayoría de nosotros cometemos el error más grande: identificamos a la persona que nos lastima como nuestro enemigo. No pierda su energía gritando y enfureciéndose ni tramando contra las personas que le causan daño. Ellas están bajo la influencia del diablo. Apunte su munición espiritual al blan¬co correcto. Es el diablo quien está detrás de todo. Vaya tras él.

Segundo: dispare. Una vez que haya apuntado sus armas espirituales en la dirección correcta, dispare. Golpee al diablo rápido y furiosamente con la Palabra de Dios. Use el nombre de Jesús y el poder que le ha sido dado como creyente e impídale que le cause más daño en ese aspecto. Luego proceda a la siguiente parte de esta batalla espiritual y la más importante.

Tercero: haga la oración de intercesión. En Mateo 5:44-45, Jesús nos da estas instrucciones: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos”.

Pedir que la venganza de Dios golpee como un rayo cuando alguien nos hace mal no es actuar como nuestro Padre. Recuerde que Dios tiene gran misericordia no sólo por usted, sino por todos.

El diablo probablemente lo pensará dos veces antes de volver a molestarle. La próxima vez que alguien le haga un mal, ponga el poder de Dios a obrar a su favor. Identifique al verdadero enemigo. Golpéelo fuertemente con la autoridad que le ha sido dada como creyente. Luego haga la oración de intercesión. Mateo 6:6-15 K.C.

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